Conan: los derechos, las versiones y L. Sprague de Camp

En el mundillo de la literatura fantástica y la Espada y Brujería, es innegable que Conan goza de un reconocimiento que no tiene ningún otro personaje. Su popularidad es incuestionable, si además le añadimos el pequeño detalle de que fue interpretado por Arnold Schwarzenegger en dos películas en los años 80 (o tres si consideramos El Guerrero Rojo como un trasunto  del Cimmerio), y por Jason Momoa en 2011 (algún día hablaremos sobre las adaptaciones). Pero si nos metemos en el tema literario, la cosa se vuelve algo más compleja.

Los más veteranos recordarán que Bruguera, allá por los años 70 en España, publicó una numerosa serie de novelas que tenían títulos tales como “Conan el Pirata”, “Conan el Conquistador”, “Conan el (elija usted el oficio)…” que fueron una traducción de la edición de Lancer Books, que incluían unas espectaculares portadas realizadas por Frank Frazetta, y que estaban editadas por un tal L. Sprague de Camp.

Como todos a los que nos gusta/encanta el personaje cimmerio, sabemos que fue inventado y desarrollado por el escritor estadounidense Robert Ervin Howard, allá por los años 30 del siglo pasado, y que fue muy popular durante aquella época de explosión creativa de los magazines Pulp, siendo la Weird Tales la encargada de publicar sus historias casi en su totalidad. Sabemos, además, que Howard se quitó la vida dentro de su coche una mañana del mes de junio del año 1936, usando una Colt automática de 9mm.

Este pistoletazo no solo marcó el final de una gran promesa literaria, que segurísimo habría ofrecido mucho más de haber continuado con su labor, sino que dio comienzo a una larga historia por los derechos de sus obras, a una saga de autores que se dedicaron a escribir pastiches aprovechando el rebufo de la popularidad del personaje, y de una serie de publicaciones, en las que los textos del autor original se entretejían con los de otros autores autodenominados continuistas.

Tras un periplo en el que los derechos de explotación no fueron muy bien gestionados por el dr. Howard, padre de nuestro querido “Bob Dos Pistolas” (hablaremos de esto en artículos futuros), una parte de éstos acabó en manos de Lyon Sprague de Camp, un escritor de ciencia ficción de Filadelfia que había estado editando los relatos originales de Conan para su publicación en formato novela, y que junto a los Kuykendall (herederos directos de los derechos de los escritos) fundaron Conan Properties.

Surtido de novelas de Conan editadas por L. Sprague de Camp para Lancer Books. Estos son los famosos pastiches donde el texto original se entremezclaba con el del editor.

coleccion conan lancer books

De Camp… ¿el usurpador?

Lyon Sprague de Camp (1907-2000) era el administrador de Conan cuando la popularidad de REH y su bárbaro estaban en su apogeo, ya que había sido impulsado durante varios años por Glenn Lord, un gran admirador del escritor de Texas y en cuyas manos se dejaron los derechos de las obras. De Camp editó algunas de las obras de Howard cuando éstas comenzaron a publicarse en formato libro, y escribió, además, una biografía sobre el texano, Dark Valley Destiny, en la que daría su visión particular sobre él.

De Camp recopiló y “corrigió” detalles de las historias publicadas en Weird Tales, editó tres relatos que nunca habían visto la luz (“The Black Stranger” es uno de ellos, que pasó a ser “The Treasure of Tranicos” con un final completamente diferente), y, junto a Lin Carter, “completaron” los relatos inacabados o borradores que Howard había dejado, que eran, en ocasiones, meros esbozos. Además de todo esto, puso a Conan de protagonista en historias que había escrito Howard, pero que eran de otros personajes, cosa que continuó haciendo Marvel con los comics de La Espada Salvaje (¿os suena Red Sonja? Ya hablaremos de esto).

Conan no fue el único que sufrió alteraciones, sino también Kull o Solomon Kane, cuyas historias fueron alteradas o reescritas.

Muchos de estos cambios fueron por temas de coherencia con los nombres (en la edición de Portal Ediciones hemos mantenido los textos originales añadiendo Notas del Traductor) o por temas raciales (muchos de los tratamientos que hacía Howard hacia la raza negra ya eran chirriantes incluso en los 60. Nosotros, como buenos puretas, los hemos mantenido tal cual).

Esta práctica no fue exclusiva de De Camp. En mayor o menor medida, todos los relatos anteriores a las ediciones de “texto puro” de Del Rey o las de Karl Edward Wagner, tienen alguna modificación, como las hechas por Glenn Lord y Donald M. Grant en su edición de los relatos de Solomon Kane (personaje cuyas andanzas veremos próximamente en la editorial), e incluso la edición conmemorativa del centenario de Robert E. Howard hecha por Gollancz, de la que beben las ediciones españolas, las contiene (aparte de algunos detalles en los textos, la versión incluida de la original Dioses del Norte, es la modificada “La Hija del Gigante helado”, y la versión de La hora del Dragón, es la de De Camp llamada “Conan el Conquistador”).

Esta clase de cambios en realidad pretendían darle coherencia al mundo que Robert E. Howard creó, como por ejemplo eliminar algunos elementos anacrónicos (anacrónicos que él considerase, ya que la Era Hyboria es una época ficticia de nuestra historia, en la que conviven elementos de la era clásica y medieval sin ningún problema aparente), así como darle una línea temporal concreta. De ahí, por ejemplo, el cambio que hizo con su relato “El Tesoro de Tranicos” (versión modificada de “The Black Stranger”) para que el final siguiese con la idea que él tenía para Conan y su conquista del trono de Aquilonia.

The Curse of the Golden Skull es un relato originalmente de Kull, que fue adaptado para Conan en su línea de La Espada Salvaje. Como hemos comentado, esto era práctica habitual.

conan the barbarian curse of the golden skull

Como ya muchos lectores sabemos, no todas las épocas en la vida del cimmerio están narradas, y hay grandes huecos entre unos eventos y otros, e incluso relatos difíciles de colocar en un momento concreto. El más evidente es el ascenso de Conan a la corona de Aquilonia, que no se describe en ningún sitio, salvo de forma sugerida en el fragmento “Lobos más allá de la frontera” o durante la conversación que tiene Conan con Próspero en “El Fénix en la Espada”. Muchos de los detalles los podemos intuir por algunas de las cartas que escribía Howard a otros escritores, como aquella que le envía a Peter Schuyler Miller en marzo del 36, donde el texano nos da una serie de detalles que jamás aparecen en sus relatos (carta incluida en el Volumen 1 de nuestra colección).

Entonces, es de entender que L. Sprague de Camp hiciese eso si tenía la intención de novelizar algo que no había sido concebido como tal, sino como las anécdotas que una persona mayor te pudiese contar sobre acontecimientos de su vida; de forma salteada y según le vienen a la memoria. Y sí, De Camp se apropió de algo que no era suyo y ganó dinero, mucho dinero, por cierto. Pero también es verdad que mantuvo al personaje vivo, aunque fuera a base de pastiches, durante décadas, y es hasta posible que, sin él y sin Marvel (que hizo lo mismo), Conan nunca hubiera sido encarnado en la gran pantalla, y a día de hoy podría ser un mero elemento para los curiosos revisionistas de la fantasía.

La historia es la que es, y puede que guste o no la figura de De Camp, pero no hizo más que lo que han hecho trovadores y juglares durante siglos y siglos: narrar historias de personajes y héroes, reales o ficticios, una y otra vez, añadiendo o quitando cosas, y esto hace que trasciendan en el tiempo durante generaciones y que no caigan en el olvido. Total, quien quiera leer pastiches lo puede hacer, así como las versiones “puras” de Del Rey, Wagner o de la Weird Tales si tienes suficiente para pagar los caros ejemplares que circulan por Ebay.

Nosotros, desde Portal Ediciones, tenemos la filosofía de trabajar con lo original, conservando sus luces y sus sombras, pues es la mejor manera de conocer y entender un pedazo de historia, y de acercarse en profundidad a la extraordinaria figura que es ese escritor de la Texas profunda llamado Robert Ervin Howard.

foto firma miguel gonzalez monje

Miguel González Monje

«Cuando no tengo nada que hacer, escribo cosas…»

1 comentario en “Conan: los derechos, las versiones y L. Sprague de Camp”

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